Seguir las reglas

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En toda comunidad hay reglas. De hecho, estas son las que hacen posible la convivencia dentro de ellas. El líder de la comunidad (el capitán del barco) debe ser el primero en respetarlas. No se puede ejercer autoridad si se traiciona lo que se predica.

Por otro lado, los amigos del líder de la comunidad (así como sus colaboradores), si de verdad lo son, las tienen que seguir tanto o más que él; de otro modo la comunidad se corrompe. La cultura del “amiguismo” (como se la conoce en Argentina) le ha hecho mucho mal a nuestras sociedades.

Si un miembro de la comunidad rompe las reglas, el líder está obligado a tomar las medidas previstas para castigar esa falta. No importa que sea su mejor amigo, su hermano o su pareja. Si no es capaz de hacerlo, no está capacitado para liderar la comunidad. Es la parte antipática del liderazgo.

Las sanciones, por otro lado, tienen que ser acordes a la falta. Una pena desmesurada es tan contraproducente como una demasiado liviana.

El líder de la comunidad debe ser, en estos casos, un juez imparcial. La correcta aplicación de las sanciones es fundamental para mantener la armonía dentro la comunidad.

Estoy hablando de grupos de Facebook, aunque tal vez no parezca.

La ética también es una herramienta.

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