Emprendedores hay desde la primera vez que un homo habilis agarró una piedra como herramienta. Pero los emprendedores como los conocemos hoy no existen desde hace tanto. Hoy vamos a ver un poco sobre cómo llegamos hasta acá.
Del campesinado feudal a los primeros proletarios

Cientos de años atrás la gran mayoría de los seres humanos eran campesinos. Ellos mismos se proveían de sustento a través de trabajar la tierra, criar ganado, o intercambiar manufacturas con otros como ellos. Por supuesto, esto iba acompañado por los impuestos que le debían pagar al señor feudal de turno, pero no es de eso de lo que vamos a hablar hoy.
Los tiempos fueron cambiando. Entre los siglos XIV y XV se empezó a dar un proceso de descapitalización del campesinado que Karl Marx llamó Acumulación Originaria, y que se acentuó particularmente a partir del siglo XVIII con la Primera Revolución Industrial.
Para no hacerlo tan largo: los campesinos fueron perdiendo progresivamente los medios de producción y, empobrecidos y sin nada para ofrecer más que su mano de obra, se fueron moviendo hacia las ciudades, donde las crecientes industrias propiciaron el surgimiento de una nueva clase social: el proletariado.
Ciudad de pobres corazones

La ecuación era sencilla: los campesinos que ya no tenían tierras para trabajar, conseguían trabajo de operarios en las cada vez más numerosas fábricas. De esa manera dejaron de ser productores y se convirtieron en empleados.
Ahora, ¿de dónde salieron estas fábricas? Al principio solamente había artesanos que producían manufacturas. Y las vendían en las ferias que se reunían alrededor de los castillos y las pequeñas ciudades medievales. La agrupación de artesanos dio lugar a los gremios, y los gremios prosperaron hacia las industrias. La llegada de las máquinas hizo que los artesanos dejaran de ser tales y se convirtieran en empresarios.
Aquellos primeros emprendedores que buscaban subsistir merced a su oficio se habían convertido en grandes burgueses capitalistas.
El cliente interno

¿Pero qué pasó con los proletarios? Luego de varias crisis y guerras mundiales, el capitalismo entendió que no se podía sostener un sistema económico si nadie compra, y que los mismos trabajadores podían ser los mejores clientes de las empresas para las que trabajaban.
Entonces se empezó a educar a los niños para ser empleados. Tener una carrera universitaria que les permitiera conseguir un buen trabajo en una gran empresa pasó a ser la tercera pata del mandato social, junto con casarse y formar una familia.
Todo el sistema educativo se orientó hacia la formación de empleados. Los movimientos sociales empezaron a reclamar y conseguir derechos para los trabajadores. El aguinaldo, las vacaciones pagas, la jornada laboral de ocho horas y la asistencia médica se convirtieron en zanahorias demasiado atractivas. Ni hablar de la jubilación a los 65 años. Las empresas empezaron a valorar a sus clientes internos y a darles cada vez mayores beneficios por formar parte de su staff.
La estabilidad económica y la seguridad social se habían vuelto parte del paradigma imperante. Refugiarse bajo el paraguas de una empresa confiable y establecida era a lo que aspiraba todo el mundo, y emprender pasó a ser visto como una locura.
La locura colectiva, la locura individual

Pero los locos estaban ahí. Inadaptados, incómodos, conflictuados. Renegando del sistema y teniendo que luchar contra sus familias y sus propias creencias para alcanzar su meta.
Y sí, muchos quedaron en el camino y tuvieron que volver a buscar trabajo. Pero hubo otros que lo lograron. Algunos pocos, incluso, repitieron el camino de los primeros emprendedores medievales y se convirtieron ellos mismos en grandes empresas. Todos los conocemos, y sabemos lo que hicieron. Sin embargo, la mayoría son hombres y mujeres casi anónimos que descubrieron que sin necesidad de volverse gigantes podían recorrer con éxito el camino de vivir para sí mismos. E incluso, de vivir de sus sueños.
Cambio de paradigma

Y entonces pasó que los locos cada vez eran más. Por muchos motivos: la crisis económica en los países, el desempleo, la falta de una formación tradicional o simplemente las ganas de vivir haciendo lo que les gusta. Lo cierto es que a partir de la llegada de los medios digitales, los emprendedores tienen más y mejores herramientas para poner sus negocios en marcha y difundir sus productos y servicios.
Emprender en comunidad

Y comunicarse. Porque el estigma social del que quiere emprender y es señalado con un dedo por su familia, compañeros y amigos, se vino abajo con el surgimiento de las comunidades solidarias de emprendedores.
De esa manera, emprender, que en un principio fue prerrogativa de unos pocos artesanos muy habilidosos con sus oficios, después pasó a ser exclusividad de burgueses acomodados y más tarde la locura de unos pocos temerarios, hoy es una posibilidad abierta a todo el mundo.
Emprender es simple

Que no es fácil, es cierto. Pero tampoco extremadamente difícil. Que no es para todos, también. Solo para los que están realmente convencidos de querer hacerlo. Pero que es posible, definitivamente.
Solo hace falta animarse a dar el primer paso.